Nuestra sociedad requiere avances culturales que impacten profundamente en la transformación de las relaciones de género, de poder y desigualdades que subyacen en diferentes ámbitos. Esta transformación nos permitirá transitar hacia acciones cotidianas y cambios estructurales que convoquen a mujeres, hombres y la diversidad de personas que componen la comunidad universitaria.

La Universidad, en su rol de generadora, transmisora y co- constructora de conocimientos en la formación de personas que se constituyen como recursos humanos, cumple una importante misión en la región y en la sociedad, por lo que la tranversalización en diversas áreas es hoy una tarea urgente dentro del quehacer universitario. 

Las manifestaciones estudiantiles feministas del 2018 que forjaron el trabajo que hoy estamos realizando, instalaron, por ejemplo, la necesidad de analizar las mallas curriculares desde una perspectiva de género; enriquecer los procesos epistemológicos; otorgar nuevas herramientas conceptuales y prácticas para la comprensión de diversas problemáticas, donde se considera necesario ir repensando las realidades que estamos excluyendo, situándonos en distintas experiencias de desigualdad y motivar análisis críticos desde lo personal y lo colectivo.

En este sentido, cada día la Universidad debe reconocer los obstáculos que implica para las mujeres moverse en el campus universitario, obstáculos que provienen tanto de la esfera privada como de la pública. Las mujeres nos enfrentamos a la segregación profesional, a estereotipos y costumbres no reconocidos, a barreras para ejercer derechos, a violencia de género, a una compleja estructura de relaciones de poder y muchas otras dificultades que no nos permiten relacionarnos en espacios seguros.

Por ello, la incorporación de los estudios de género en los currículos proporciona a la comunidad estudiantil elementos de análisis para entender una sociedad donde coexisten distintas formas de discriminación, poniendo de manifiesto que la condición de desigualdades entre géneros responde a un complejo sistema de relaciones sociales que se encuentra arraigado en la cultura y que se entrecruza con otras relaciones de poder. Por otra parte, el análisis de los temas de cuidados y conciliación son otra puerta que debe abrirse en la construcción colectiva de políticas de género que involucren a cada persona que estudia y trabaja en la Universidad. Asimismo, si observamos la historia de nuestra Universidad, la potenciación de liderazgos femeninos es un proceso aún al debe y urgen acciones sustantivas que promuevan que este camino se allane y que, en un futuro cercano, cada vez más mujeres lleguen a los puestos de liderazgo.

Es precisamente la Coordinación de Estudios, Observación, Desarrollo y Mejora Continua de la  Equidad de Género en la UFRO la encargada de que estas miradas se diseminen por la universidad y que permeen la labor educativa y de gestión de las personas, promoviendo a su vez el cambio cultural que contribuya a un mejor trato al interior de los espacios universitarios. Para este proceso, deben facilitarse los cuestionamientos a las propias dinámicas culturales y políticas presentes en la universidad, aspecto fundamental para constituir la perspectiva de género como un valor.

Abrir la Universidad a la transversalización de la perspectiva de género representa una gran oportunidad, con muchos desafíos. Incluye tanto disponerse al trabajo teórico que vienen desarrollando mujeres de todas las áreas desde hace muchos años, construir un conocimiento científico que analice y conozca las consecuencias que tiene en todos los ámbitos de la vida la forma en que se construyen las relaciones de género y poder, así como el despliegue de una estructura institucional que le dé sustento y permita su consolidación y legitimidad.

 

Mg. Amanda Muñoz Gómez

Trabajadora Social

Mg. Ximena Briceño Olivera

Académica y Coordinadora de  Estudios, Observación, Desarrollo y Mejora Continua de la Equidad de Género